7.8.10

Una historia de amor surrealista, Marina + Ulay

La primera vez que Ulay vio a Marina ella estaba desnuda en público y se dibujaba con una cuchilla en el vientre la figura sangrante de una estrella, símbolo comunista (al menos ella la usaba con esa intención). Era 1976, en Amsterdam. Fue más que un amor a primera vista (tópico nº1). Ella era serbia, él alemán. Ambos nacieron un 30 de noviembre de años distintos. Se dedicaban, de alma, al naciente y marginal arte del performance. Se unieron carnal y espiritualmente y decidieron formar una especie de dúo artístico que llamaron “El Otro”. A los dos les interesaba el ritual, lo simbólico, el fondo de las relaciones humanas, que exploraron en sus más poéticos y revulsivos aspectos. Durante doce años realizaron piezas en las que llevaron al extremo esas ideas, desarrollando una disciplina terrible de autocontrol y desafuero.
Sentados uno frente al otro se dieron fuertes bofetadas durante casi media hora; estuvieron atados uno de espaldas al otro, inmóviles, durante 17 horas; corrieron desnudos desde dos extremos chocando sus cuerpos una y otra vez, tras volver a la posición inicial, y también lo hicieron en direcciones opuestas contra unas columnas que se iban desplazando con sus encontronazos. Unieron sus bocas sin separarse respirando el mismo aire hasta perder el sentido;  se gritaron, cara a cara, hasta quedarse afónicos y exhaustos. Estuvieron sentados a los dos lados de una mesa, en silencio, en ayuno y sin moverse, durante 16 días, hasta que él tuvo que ser internado en un hospital. Mientras tanto, como su arte no les daba casi para comer, vivieron en el espacio reducido de una furgoneta durante cinco años, duchándose en gasolineras, ordeñando cabras en granjas que les permitían hacerlo a cambio de un poco de leche, viajando, preparando sus acciones. Ambos confiesan hoy que fueron años durísimos pero profundamente felices. Comprometidos íntimamente con lo simbólico, cuando su relación se acercaba al final, realizaron en 1988 una última performance titulada Los amantes. Marina y Ulay empezaron en solitario en dos extremos de la Gran Muralla China –él desde el desierto de Gobi, ella desde el Mar Amarillo-- una larga caminata de 2.500 kilómetros que los llevaría a encontrarse al centro. Tras el abrazo final dejaron de verse y hablarse durante 23 años, hasta 2010, con motivo de la granretrospetiva de Marina en el MoMA.

Mario Benedetti, La tregua.

A mí me cuesta ser cariñoso, inclusive en la vida amorosa. Siempre doy menos de lo que tengo. Mi estilo de querer es ése, un poco reticente, reservando, el máximo sólo para las grandes ocasiones. De modo que si siempre estuviera expresando el máximo ¿qué dejaría para esos momentos (siempre hay cuatro o cinco en cada vida, en cada individuo) en que uno debe apelar el corazón en pleno? También siento un leve resquemor frente a lo cursi, y a mí lo cursi me parece justamente eso: andar siempre con el corazón en la mano.

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