23.2.13

7.2.13

Cuando estaba pintando, oí de repente, desde atrás de uno de los pilares coloniales de la espaciosa sala, la voz de una niña que no se veía. (...) Miró directamente hacia mí. -¿Le molesta si lo veo trabajar? -preguntó. -No, señorita; me encantaría –dije. Se sentó y me miró silenciosamente, los ojos fijos en cada movimiento de mi pincel. (...) La muchacha se quedó unas tres horas. Cuando se fue, sólo dijo: -Buenas noches. Un año más tarde supe que ella era la escondida dueña de la voz que había salido de detrás del pilar y que se llamaba Frida Kahlo. Pero no me imaginé que un día llegaría a ser mi esposa. 

Seguidores